Lo cotidiano puede cambiar [Priv. Scott]

Ese día salí de mi departamento con cierta molestia, la misma rutina ya comenzaba a hartame pero, ya han pasado por lo menos un mes entero desde que estoy llevando mi vida de esta forma. Si soy sincero, ya no tengo salida. Sólo soy un chico de 19 años.

Mientras pedaleaba con mi bicicleta escuchando música al salir de la universidad, mantenía mis pensamientos puesto en mis compañeros sobre todo en Romano Vargas. De los clientes, solo puedo destacar a dos. Arthur Kirkland y Finnian O'Callaghan. El primero haciendome sentir raro, pero, me agrada su forma de ser y el segundo, le debo mucho. Comprarme por un mes entero sólo para que no me hicieran nada los clientes que querían usarme en las salas privadas y protegerme, me ha mantenido tranquilo pero esa tranquila llego a su fin. Ya acabo el mes. Y no sé si me compraría de nuevo.

Finalmente llegue, dejando mi bicicleta donde siempre. Arqueé un ceja al mirar otra en el lugar. Im Yong Soo, el chico que vive conmigo también ya ha llegado. Suspire. Hora de ponerme el "ridiculo vestido" como dice Romano-san, entre a los vestidores, me lo coloque, me arregle el cabello y me puse el cintillo. Pese al mes, el frio que siento en las piernas y la pena aún no me acostumbro a eso y comienzo a sospechar que no lo haré.
Reverencias, saludos de buenas tardes a todos. Lo típico. Hoy me tocaba hacer una de las pocas labores que me gustaban. Cocinar. Preparé por lo menos en una hora el almuerzo que serviriamos a los clientes y clientas.

Después de eso, la labor que no me gustaba inicio. Buscar al cliente de hoy. Salí de la cocina para atender al que viera solitario en el restaurante para tomar su orden. Al que pude ver fue a un pelirrojo de orbes verdes con cejas un poco gruesas, me recordo a alguien. Bufeo fastidiado. Comenzó el teatro, el lugar mi escenario y yo, el actor de la obra.

- Buenas Tardes, Amo- dije haciendo una reverencia para después volverlo a mirar -¿desea qué le traiga algo de comer?- le pregunte con cordialidad, y así fue como empezamos el día de hoy.

Había ido muy pocas veces a ese extraño lugar, donde las ''chicas'' tenian finta de hombre... Aunque no lo supiera eran hombres vestidos con trajes de mujer, pero para él era cosa fuera de lo común.

Entró, era la segunda vez que visitaba el lugar, tomó el asiento vació cerca de la esquina de algún rincón de la habitación y prendió un cigarro, esperando a que alguien atendiera a sus órdenes, un joven de unos aparentes 19 años se acercó con una amabilidad que no se reconocería en cualquier otro lugar, tenía facciones de asíatico, cabello corto con un corte extraño pero que se le veía bien, ojos cafés oscuro con una mirada profundizante que hiponotizarian a cualquiera, pero como no mostraban ningún estado de ánimo. Lo examinó de pies a cabeza, tenía buen cuerpo, o es pensó el escocés antes de pedir su ordén.

-Si por favor.....-Contestó con un poco de frialdad en su voz, pero sin quitarle la mirada de encima, penetrando al pobre maid, casi intimidandolo (?)

La mirada que le daba al pelirrojo era neutra por los momentos, estaba parado frente a él examinando la manera como me veía. De verdad que llegaba a odiar la situación en las que llegaban a ponerme los clientes. En ocasiones provocaba insultar y salirse del local, pero no podía.

Razones: la primera, soy una persona demasiado educada y paciente. La segunda, no puedo dejar el maid club si quiero ganarla la apuesta al desgraciado, perdon, a mi primo y para mi desgracia soy uno de los favoritos. Asenti dibujando forzadamente una sonrisa, nada sincera la verdad pero me pedían hacerlo.

-le aseguro que disfrutara la comida que hoy serviremos- comente, diciendo la verdad. Y esperaba que le gustara, se veía ser un hombre realmente dificil de tratar. Me senti algo perturbado cuando hablo a la primera pero no dejaré que me desarmen, y mucho menos en ese lugar como paso la primera vez-¿de tomar se le ofrece algo?, la casa invita- hoy nos habían dado a sugerir esa opción. Decidí calmar las emociones que llevaba por dentro, ¿acaso era ese miedo de que me hicieran algo?... sólo sabía que mientras mantuviera la guardia no pasaría nada. Sólo es un trato comercial. Estaba por irme a buscar su pedido claro, pero antes de volver a la cocina observe los rasgos de este, sus ojos verdes y su mirada puesta sobre mi, hice una reverencia - con su permiso, amo-

Arqueó una ceja al escuchar lo de disfrutar la comida, era la segunda vez que se paraba ahi en ese lugar y al parecer había identificado por la voz del maid que era hombre.

Desvió la mirada un poco, se recargo en el respaldo del asiento en que se encontraba y dio una calada a su cigarro apagandolo en el pequeño cenicero que se encontraba al lado de él, al escuchar la bebida que le invitaba la casa, no lo pensó dos veces y optó por lo de siempre.

Un vaso de whisky.... Por favor...-Volvío a contestar, pero ahora reduciendo un poco el tono de frialdad que minutos antes había demostrado hacia el japonés, siguio mirando de reojo aun así cuando se fue por su pedido.- ¿Porqué se verá diferente de los otros con ese traje?... Le da un toque personal-Pensó.

Le observe en cada movimiento que el mayor hacía, al parecer era de esos que se la pasaban fumando y de ello me he dado cuenta al verlo con su cigarro el cual apago. Se supone que estamos en un lugar público para que ande fumando pero, en el maid todo estaba permitido. Y cuando digo todo: Es todo.

-de acuerdo, un Whisky sera... Amo - le indique haciendo una reverencia mientras que me retiraba e iba por la otra parte del trabajo. Atenderle como es debido era mi trabajo y lo haría. Aunque no tenía por que andar en guardia con él o por lo menos eso pensaba. Se veía tan distinto a otros clientes... Quizás serían ideas mias o quien sabe pero de los muchos clientes que he atendido, el pelirrojo tenía algo diferente. Tal vez vino al maid club para cambiar de ambiente...

-¡Honda aterriza!- me sacaron de mis pensamientos, pusé mi mirada sobre la de uno de mis compañeros el cual tenía una bandeja con la orden lista, desde el whisky que pidio hasta el pasticho que se servía hoy. Suspiré tomando la bandeja e inclinando la cabeza por agradecimiento saliendo de la cocina. Y de nuevo volvia a cruzar la mirada con él, acercandome hasta él. Deposite la orden en su mesa y seguido a esto otra reverencia -que tenga un buen provecho, amo- atine a decir mientras tomaba la silla para sentarme. Reglas del maid: quedate con tu 'Amo'